Este 29 de octubre se cumplen 200 años desde que la Asamblea Constitucional de Guatemala, mediante el Decreto No. 63 de 1825, otorgó a Quetzaltenango el título de Ciudad, reconocimiento que en aquel momento reflejaba el auge económico, cultural y social que caracterizaba a la región del occidente.
Sin embargo, dos siglos después, el contraste entre aquel ideal de progreso y la realidad actual invita a una reflexión profunda sobre el rumbo que ha tomado el desarrollo de la Ciudad de Quetzaltenango y el papel que han jugado sus autoridades municipales y gubernamentales a lo largo de este tiempo.
Una ciudad con historia, pero con deudas pendientes
Quetzaltenango ha sido históricamente un referente de liderazgo regional. Su aporte en la educación, la cultura, el comercio y la organización social le han dado un lugar privilegiado en la historia del país. La creación de instituciones educativas, la expansión del comercio y el espíritu emprendedor de su gente han sido pilares fundamentales de su identidad.
No obstante, las últimas décadas han mostrado una brecha creciente entre ese pasado glorioso y el presente lleno de desafíos.
Las administraciones municipales, pese a contar con recursos y proyectos, no siempre han logrado consolidar una visión sostenible de desarrollo urbano, y en muchos casos, la corrupción y el uso ineficiente de los fondos públicos han limitado los avances que la población demanda.
Gestión pública y desafíos estructurales
Las autoridades locales y departamentales han tenido aciertos en la promoción cultural, la mejora de algunos servicios públicos y la atracción de inversión privada en sectores específicos. Sin embargo, los problemas de infraestructura, agua potable, transporte urbano y energía eléctrica siguen siendo constantes, afectando directamente la calidad de vida de los habitantes.
A esto se suma la falta de planificación urbana y la débil coordinación entre las instituciones públicas. El crecimiento desordenado, el deterioro vial y la contaminación son señales claras de una ciudad que avanza sin una ruta definida, donde los esfuerzos aislados no logran responder a las necesidades de una población cada vez más exigente.
Corrupción y falta de continuidad
El mal manejo de fondos, la corrupción institucional y la ausencia de políticas públicas de largo plazo han sido factores determinantes en el estancamiento de proyectos que podrían haber transformado a Quetzaltenango.
Cada nueva administración suele iniciar de cero, sin dar continuidad a iniciativas anteriores, lo que genera pérdida de recursos, tiempo y confianza ciudadana.
Esta falta de visión conjunta entre la Municipalidad, la Gobernación Departamental y otras instituciones del Estado ha fragmentado el desarrollo, dejando a la ciudad en una constante lucha entre el potencial y la realidad.
El reto de los próximos años
Con 200 años de historia como ciudad, Quetzaltenango enfrenta el desafío de redefinir su futuro. Es necesario repensar su modelo de gestión urbana, fortalecer la transparencia institucional y fomentar una verdadera participación ciudadana.
El progreso no puede medirse únicamente por el número de obras, sino por el impacto real que estas generan en la vida cotidiana de la población.
Hoy, más que una conmemoración, este aniversario debe ser una llamada a la acción colectiva: a exigir rendición de cuentas, apoyar la innovación local y rescatar el espíritu de liderazgo que una vez hizo de Quetzaltenango un ejemplo para toda Guatemala.
Dos siglos después, Quetzaltenango sigue siendo símbolo de esperanza y resistencia, pero también de una deuda histórica que aún espera saldarse.
Redacción: Más de mi Xela